Análisis literario: Rima LIII de Bécquer

Rima LIII

Autor

Gustavo Adolfo Bécquer

Nació el 17 de febrero de 1836 en Sevilla.

Descendiente de nobles holandeses afincados en esa ciudad en el siglo XVI.

Hijo de un célebre pintor del costumbrismo sevillano y hermano de otro, Valeriano. Bécquer era el segundo apellido de su padre.

Estudió en el colegio de San Antonio Abad, para luego pasar a tomar la carrera náutica en el colegio de San Telmo.

En 1854 después de quedarse huérfano se traslada a Madrid.

Intentó dedicarse a la pintura y estuvo sirviendo de escribiente en la Dirección de Bienes Nacionales, donde su habilidad para el dibujo era admirada por sus compañeros, pero fue motivo de que fuera cesado al ser sorprendido por el Director haciendo dibujos de escenas de Shakespeare. Leer Más

Análisis literario: Romance del Veneno de Moriana

Romance del veneno de Moriana

Madrugaba don Alonso
a poco del sol salido;
va invitando a su boda
a los parientes y amigos;
a la puerta de Moriana
sofrenaba su rocino:
-Buenos días, Moriana.
-Don Alonso, bienvenido.
-Vengo a brindarte, Moriana,
para mi boda el domingo.
-Esas bodas, don Alonso,
debieran de ser conmigo;
pero ya que no lo sean,
igual el convite estimo,
y en prueba de la amistad
beberás del fresco vino,
en que solías beber
dentro mi cuarto florido.
Moriana, muy ligera
en su cuarto se ha metido;
tres onzas de solimán
con el acero ha molido,
de la víbora los ojos,
sangre de un alacrán vivo:
-Bebe, bebe, don Alonso,
bebe de este fresco vino.
-Bebe primero, Moriana,
que así está puesto en estilo.
Levantó el vaso Moriana,
lo puso en sus labios finos;
los dientes tiene menudos,
gota adentro no ha vertido.
Don Alonso, como es mozo,
maldita gota ha perdido.
-¿Qué me diste, Moriana,
qué me diste en este vino?
¡Las riendas tengo en la mano
y no veo a mi rocino!
-Vuelve a casa, don Alonso,
que el día ya va corrido
y se celará tu esposa
si quedas acá conmigo.
-¿Qué me diste, Moriana,
que pierdo todo el sentido?
¡Sáname de este veneno,
yo me he de casar contigo!
-No puede ser, don Alonso,
que el corazón te ha partido.
-¡Desdichada de mi madre
que ya no me verá vivo!
-Más desdichada la mía
desque te hube conocido.

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